¡alumno,
concientízate!
A raíz del artículo de la semana pasada, en el que me
referí someramente al verbo concientizar y al sustantivo alumno, recibí una amable
correspondencia de un lector en la que me pide que amplíe el comentario sobre
alumno, pues -según él-, se ha impuesto
la prohibición del uso del vocablo en
cuestión, pues muchos, sin haber verificado la etimología, aseguran que
alumno significa sin luz, y en consecuencia, constituye un contrasentido que
conviene evitar. En varias ocasiones he conversado del tema con docentes que
defienden la tesis de la erradicación de la palabra alumno, y al sugerirles que
expongan el criterio por el que no se le
debe llamar alumno a alguien que ingresa a una institución educativa,
simplemente se escudan en el hecho de que así está establecido. Aquí cabría
preguntar: ¿Dónde, cuándo y quién lo estableció? Porque que yo sepa, en asuntos de usos de palabras no
hay ninguna autoridad que avale o prohíba el empleo de tal o cual término.
Existen reglas para la colocación de la tilde sobre las sílabas tónicas, para
el uso de los signos de puntuación; pero eso es otra.
El uso de las palabras nada ni nadie lo puede prohibir, ni aun las
que se las considera malas palabras, pues como lo dijo en una oportunidad Ángel
Rosenblat: “No existen ni buenas ni malas palabras, sino malas intenciones que
se materializan a través de estas”. Entonces, hoy volveré sobre concientizar,
en virtud de la terquedad de algunos educadores de imponerles a sus educandos
el empleo de concienciar en lugar de concientizar, dado que este verbo está mal utilizado. Antes debo responder
una inquietud de mi amigo y compañero guairista Alí Acosta, sobre el titular de
una nota de sucesos publicada en un diario de Portuguesa el viernes 17 de los
corrientes, en la que se usó “acaudaladas” por caudalosas, para referirse a las
aguas de un rio. ¡Claro que hubo un
error, pues acaudaladas y caudalosas, aunque pudieran tener una raíz común, son
dos cosas muy diferentes, que un comunicador social y diarista debe tener bien claro!
De la absurda pretensión de imponer el
uso de concienciar por concientizar, he
escrito varias veces en esta columna, y en todas he insistido en que no hay
incorreción, pues se trata de verbos sinónimos, y en tal sentido, pueden usarse
en razón de gusto, sin riesgos de caer en impropiedad. He dicho, y aquí lo
repito: prefiero usar concientizar porque, por analogía con otros verbos de
igual terminación, me parece más adecuado a la intención que se desea expresar,
que es crear conciencia. Además, para mí es más fácil decir concientizar que
concienciar; pero por ser sinónimos, podrán usarse, como ya dije, en razón de
gusto. Nuestra lengua es abundosa en sinónimos y cada quien puede hacer uso de
los términos que estime conveniente para
evitar repeticiones monótonas, que es la razón de ser de los sinónimos. Lo cuestionable
y condenable aun, es que se trate de prohibir
una palabra, en este caso
concientizar, sin argumentos
válidos ni explicación que convenza.
Aunado al caso de la condenación al
verbo concientizar, ha surgido algo parecido con alumno. En casi todas las instituciones educativas en
los tres niveles se ha impuesto la
absurda y aun ridícula pretensión de prohibir el uso de alumno, dizque porque
la misma significa sin luz, y en tal sentido es contraria a lo que se desea
expresar. Al igual que con concientizar, los detractores de “alumno”, solo se
limitan a repetir como loros lo que han oído de los demás. Es conveniente que sepan que alumno es aquel que aprende de otras personas.
Etimológicamente, es una palabra que viene del latín alumnus, participio pasivo
del verbo alere, que significa “alimentar” o “alimentarse” y también “sostener”,
“mantener”, “promover”, “incrementar”, “fortalecer”. Se dice de cualquier
persona respecto del que la educó y crió desde su niñez, aunque uno puede ser
alumno de otra persona más joven. De hecho, al alumno se le puede generalizar
como estudiante o también como aprendiz. También es alumno el discípulo
respecto de su maestro, de la materia que aprende o de la escuela, colegio o
universidad donde estudia. El estudiante es un alumno.
Como habrán podido observar, no hay
ningún rasgo por el que se le pueda
atribuir otro significado. La confusión pudiera estar en el hecho de que la “a”
en muchos casos entra en la formación palabras
a las que les da sentido opuesto,
como anomalía, anormal, amoral, apolítico. No es el caso de la palabra alumno, pues esta es un lexema, es decir, una raíz propia en sí
misma.
@nuestroidioma65
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