¡el
gerundio, una vez más!
En los casi veinte años de Nuestro
Idioma, que como sabrán se cumplirán el 12 de noviembre de 2014, se han
abordado los casos en los que más se incurre en impropiedades lingüísticas,
unos tomados de medios impresos y de frases
utilizadas en el habla cotidiana, algunas veces sugeridos por personas preocupadas por el buen
decir, que regularmente envían inquietudes a la dirección de correo de esta
columna, y que con mucho gusto y respeto las he respondido. He hablado de las palabras por la índole de la
entonación, he citado ejemplos de sencillos sobre los signos de puntuación, al
tiempo que he hecho hincapié sobre las comillas, con base en la suerte de
anarquía que existe en el empleo de este importante elemento en la redacción de
textos. Muchos lectores han solicitado comentarios sobre palabras que son
usadas con significado diferente del que tienen. Perdí la cuenta de las veces
en que me he referido al uso y abuso del gerundio; pero hoy vuelvo sobre él.
Debo aclarar que el asunto no es muy
sencillo; pero existen reglas sobre su uso, en tanto que algunos estudiosos han
creado algunas técnicas para detectar el
mal uso.
Antes de entrar de entrar en materia acuso
recibo de una amable misiva por facebook, de la abogada Nersa Adela Ortiz,
sobre la palabra pendejo. A Nersa no la conozco personalmente; pero sé que ha
ejercido cargos de relevancia dentro de la noble profesión del derecho, en la
que es fundamental el buen manejo del lenguaje. Si un abogado no sabe lo que es una palabra grave, aguda o
esdrújula, y si además no maneja con
facilidad los signos de puntuación, su trabajo tendrá serias limitaciones.
Igual criterio es aplicable a otros oficios u ocupaciones. Hay en Guanarito un
ciudadano que supuestamente todos los días lee los periódicos de Portuguesa; pero escribe
“Hultima Ora” y “El Reguional” y quiere que lo llamen periodista.
Para entender lo del gerundio es
indispensable saber que este forma parte de los derivados verbales, junto con
el infinitivo y el participio; pero
para no caer en honduras gramaticales, basta con tener presente que todas las
palabras terminadas en “endo” y “ando” son gerundios: corriendo, comiendo,
viviendo, escribiendo; cantando, bailando, estudiando, saltando, etc. Siempre
implica una acción que está combinada
con la del verbo principal. El buen uso
del gerundio debe contener anterioridad, simultaneidad y posteridad casi
inmediata, en cada caso. Para esto es
necesario identificar cuál es el verbo principal en la oración y verificar si
hay anterioridad, simultaneidad y posteridad casi inmediata. Si alguien dice:
“Llegando al puesto de control me encontré con el profesor”, se advierte que la
acción de llegar contendida en el verbo en
gerundio “llegando”, es anterior a la de encontrarme con el profesor. Y
si por ejemplo alguien recomienda que “yéndonos en bus llegaremos más
temprano”, se nota que la acción de ir
es anterior a la de llegar, con lo cual no debe haber ningún problema.
Las impropiedades se presentan
cuando entre la acción expresada en el
gerundio y la del verbo principal hay una marcada posteridad, como suele
ocurrir en las crónicas de sucesos, en las que muchos redactores y redactoras descuidados escriben: “El delincuente huyó, siendo atrapado a los dos días”. No se necesita ser
individuo de número del Real Academia Española para saber que entre huir y ser
atrapado hay un gran lapso de posteridad que contraría lo que establece la regla.
Lo propio es que se diga: “El delincuente huyó, y fue atrapado a los dos días”.
Un ejemplo del uso del gerundio con
simultaneidad está, por supuesto, en el
hecho de realizar dos acciones al mismo tiempo, como cuando decimos: “El vecino
llegó cantando rancheras”, pues al tiempo de llegar, cantaba rancheras, o
cuando se dice que “fulano iba caminado de prisa”. La acción de ir coincide con
la de caminar. En la leyenda de El Silbón, escrita por Dámaso Delgado, hay una
parte del relato en la voz de Alfredo Acuña Zapata, que dice: “…y la noche
llegó silbando”. En este fragmento, aparte de que hay una figura retórica
conocida como prosopopeya, se hace un
buen uso del gerundio, pues llegar y silbar ocurren al mismo tiempo.
La posteridad inmediata del gerundio,
como es lógico, está en el hecho de
hacer una cosa seguida de la otra, cuya posteridad casi no se nota en el tiempo
en que ocurren, como: “Salió dando un portazo”; pero el meollo de todo este
asunto, sin complicaciones gramaticales, está en saber en qué posición está el verbo principal
respecto del gerundio o viceversa, para poder usarlo con propiedad. Se debe
tener presente que solo admite anterioridad, simultaneidad o posterioridad casi
inmediata. Es antiestético iniciar un renglón con un verbo en gerundio. De
hecho, en el Manual de Estilo de la Dirección de Medios Públicos del Gobierno
de Portuguesa, de la que soy coordinador, se sugiere que ningún periodista
adscrito a ese despacho, inicie un antetítulo, un título, un sumario o el lead
con un verbo en gerundio.
@nuestroidioma65
nuestroidiomablogspot.com
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