Taller de ortografía y redacción
taller
ortografía y redacción
Escribir
sobre temas del idioma siempre tiene sus
bemoles, pues no a todo el mundo le gustan las letras, y hasta consideran que la lingüística es más
difícil que las Matematicas. Para tratar
de desmerecer el trabajo que hacemos, algunos detractores apelan a argumentos que no resisten el más simple de
los análisis. Se nos tilda de rebuscados
y de tratar de imponer una forma sofisticada de escribir, por el simple hecho
de sugerir un buen uso del lenguaje, tanto de los medios de comunicación, como el del común de los hablantes. Esa ha
sido la razón de ser de esta columna, que el 12 de noviembre de 2014
cumplirá 20 años, con base en que “la
luz que se aprovecha, es la luz que se
difunde”, como lo expresó el maestro Simón Rodríguez.
Pero como todo no es ni debe ser
malo, existe un selecto grupo de
personas que comparten este trabajo de divulgación periodística, y
constantemente lo manifiestan mediante interesantes consultas sobre temas
actuales en los que por lo general hay dudas o situaciones viciadas, sobre las que es necesario indagar en función de ofrecer una respuesta
satisfactoria. Mi dedicación al trabajo lingüístico no solo lo desempeño a
través de este importante medio
informativo, que ha sido mi casa durante
catorce de los casi veinte de existencia de Nuestro Idioma, pues el deseo de
enseñar ha llevado a fomentar y dirigir tertulias, charlas y
talleres.
Durante sábado y domingo pasados tuve la oportunidad de dictar un taller que
había sido convocado con más de un mes de antelación, y sin embargo la
asistencia no fue la esperada, habida cuenta de que muchas personas consideran
que la gramática y la ortografía son un asunto muy escabroso. Sin embargo, se cumplió el objetivo y tuve la
satisfacción una vez más de compartir conocimientos con quienes sienten la
necesidad de escribir y hablar bien. Agradezco la gentileza del profesor Iván
Chávez, presidente del Concejo Municipal de Guanarito, así como la de todos los
ediles miembros de ese cuerpo colegiado, por haberme cedido el salón de
sesiones, en el que se llevó a cabo la actividad que, aunque tuvo un costo
monetario, su fin no fue el lucro, pues no vivo de la enseñanza, sino para la
enseñanza. El dinero que cada participante aportó, fue destinado al material de
apoyo y a otros aspectos fundamentales para su realización.
Estuvo basado en un manual sencillo, estructurado con
ejemplos sobre casos de la cotidianidad, en la que las personas dudan a la hora de emplear una
letra, un signo de puntuación o una tilde, además de que incluye un apéndice con palabras y frases que contienen
errores gramaticales y sintácticos. Sobre esto último llamó la atención el uso
inadecuado de las palabras género, sexo y sendos, de lo cual que hablado en
infinidades de veces en esta columna y en conversaciones informales. Dada las
dudas que aún existen, voy a hacer un comentario breve sobre cada una.
Lo que determina si un ser humano es varón
o es hembra, es el sexo y no el género. Género tienen las palabras y las cosas
inanimadas. Es por eso que la frase “violencia de género” está mal utilizada.
La palabra sexo tiene una enorme carga expresiva y muchos solo la asocian con
el acto sexual; pero ignoran que es la que
determina la cualidad biológica
de los humanos y de los animales.
En cuanto a sendos (o sendas), es
necesario insistir en que nada tiene que ver con grande, extraordinario,
extravagante o exorbitante. Significa uno de cada cual o uno para cada cual. Si
alguien escribe o dice que “fulano, zutano y mengano se presentaron ante el
director y les dieron sendos regaños”, debe entenderse que a cada le dieron una
reprimenda, aunque haya sido grande o pequeña. Sendos no tiene nada que ver con
las proporciones del aludido regaño. La frase que mejor ilustra el asunto, es
un verso de la canción “La muerte del rucio moro”, de Reynaldo Armas: “Cuando
fui a cerrar sus ojos, le brotaron sendas lágrimas”. De ninguna manera el
cantautor guariqueño se refiere a lo grande de estas.
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