Vicios y errores en la redacción (y 3)
Vicios
y errores en la redacción (y 3)
A
raíz del artículo de la semana pasada, correspondiente a la segunda entrega de
una serie de tres, relacionada con las impropiedades más comunes en la
redacción, recibí una misiva del colega periodista Domingo “Tortuga” Fuentes. A
Domingo le pareció que la explicación sobre el dequeísmo estuvo incompleta,
pues solo me limité a mostrar el error, sin ofrecer la forma de reconocerlo y
evitarlo. Fue una omisión voluntaria, pues sabía que alguien con conocimientos
sobre el asunto se daría cuenta. Para quienes no lo saben, Fuentes es el jefe
de Prensa del glorioso Tiburones de La Guaira. De él me he hecho amigo a través
de las redes sociales y por vía telefónica. De manera desinteresada ha sido el
encargado de publicitar El Tiburonazo en el ámbito nacional. Pronto haré el
anuncio oficial del venidero Tiburonazo.
No existe una regla que permita determinar
cuándo debe ir de antes de que, y cuándo no; pero la intuición y el
sentido común pueden ser una buena guía, que sin ser infalible, permite una
orientación con bastante margen de seguridad. Si en una oración aparece el
verbo decir, se entiende que la intención es decir algo; si ese algo empieza
por que, lo correcto es decir que,
y
no de que. Ahora, si el verbo es enterarse, se entiende que se trata de
enterarse de algo; si ese algo va encabezado por un que, se debe emplear la forma de
que: “Me enteré de que te vas del
país”; “El pobre anciano se enteró de que
fue excluido del sistema”; “Nadie se había enterado de que habían cerrado la oficina”. Y si se emplean los verbos
recordar o acordarse, se debe tener presente que el primero no admite la de antes de que: “El siempre recuerda que yo se lo advertí”. Si el verbo es acordarse,
entonces sí debe ir de: “Él siempre
se acuerda de que yo se lo advertí”.
Al aplicar el sentido común, se obtiene que: “Él siempre recuerda algo: que yo se lo advertí”; “Él siempre se
acuerda de algo: de que yo se lo advertí.
¿Lo captaron?
La
redundancia consiste en repetir un término o expresión innecesarios. Es muy
frecuente la expresión “valga la redundancia”, usada por personas que están
conscientes del empleo involuntario de
una palabra que está demás, pues no aporta ningún elemento para la comprensión
del texto y le resta fluidez a la lectura. En ocasiones su uso es para producir
un efecto expresivo o intensificador, como por ejemplo: “lo vi con mis propios
ojos”, “feliz y contento”; “raudo y veloz e “íngrimo y solo”. Se entiende que
nadie podrá ver con los ojos de otro; pero semánticamente indica que “yo lo vi, estuve allí, nadie me lo contó”. En
cuanto a “feliz y contento”, “raudo y veloz” e “íngrimo y solo”, es prudente
advertir que son expresiones que gramaticalmente son impropias; pero se usan
para darle fuerza a la expresión. No es lo mismo ni tiene la misma connotación
decir “Fulano está feliz”, que “Fulano está feliz y contento”. El mismo
criterio se aplica a los dos ejemplos restantes.
Pleonasmo
es la construcción lingüística errónea en la que se utilizan vocablos
innecesarios. Cabe aclarar que pleonasmo no es la utilización de cualquier
vocablo no necesario, sino utilizar un vocablo que tiene la misma raíz,
significado o relación de significación con el sujeto o verbo de la oración en
cuestión. Frases como: “avanza
hacia adelante”, “asoléate en el sol”, “baja para abajo”; “sube
para arriba”; “cita previa” y “erario público”, son una pequeña muestra. El
pleonasmo es la redundancia al máximo.
La ambigüedad o anfibología ocurre cuando
una expresión puede tener más de un sentido. Es frecuente oír cuñas en la radio
de hoy día, en las que se anuncia la venta de “sandalias para damas finas” o
“zapatos para niños de goma”, lo cual hace que cualquier oyente descuidado dude
sobre si las finas son las sandalias o las damas, y al mismo tiempo pueda
preguntarse si lo de goma son los zapatos o los niños. Son impropiedades que
denuncian el deterioro de la calidad de un medio tan importante como la radio.
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