Siete
errores gramaticales muy comunes que debemos evitar
Aunque en ocasiones no lo parezca, todos hemos ido a la
escuela y nuestros profesores nos han enseñado cuáles son las principales
reglas gramaticales del idioma castellano. Por gramática entendemos la
organización de las palabras dentro de una oración, y sus reglas y principios.
Parece muy sencillo cumplirlas, pero diversos factores provocan que en muchas
ocasiones hagamos caso omiso de ellas. Uno de ellos es el uso del castellano en
cada zona de España, que hace que lo incorrecto esté ampliamente extendido. Es
el caso, por ejemplo, del leísmo castellano. Otro factor es la urgencia de la
expresión: cuando hablamos en voz alta, resulta difícil vigilar las
concordancias de género y número y es habitual que incurramos en leves, aunque
comprensibles, errores.
Junto a la Ortografía y el Diccionario, la Gramática es uno
de los tres libros más importantes de los publicados por la Real Academia de la
Lengua Española. La edición de 2009, que fue la primera editada por la academia
desde 1931, fue responsabilidad del lingüista Ignacio Bosque Muñoz, catedrático
de Filología Hispánica de la Universidad Complutense de Madrid, y se trata de
la obra de referencia sobre este tema. Para septiembre de este año está
prevista una nueva edición. Pero, ¿cuáles son los errores que se cometen más a
menudo? Todos podemos encontrar la solución en nuestros libros de texto, pero
seguramente estos estén cogiendo polvo en algún lugar oculto de nuestro hogar…
“Cuatro de cada
cien lleva una mala alimentación”: errores de concordancia. Uno de los más
habituales en el lenguaje hablado, ya que al pensar sobre la marcha tendemos a
centrarnos más en el contenido que en la forma de lo que decimos. Debemos tener
cuidado con expresiones como “la mayoría de personas”, ya que el verbo ha de
concordar con el sujeto, que es “la mayoría”, y no con “las personas”, aunque
la RAE ya no considere incorrecto concordar con este complemento. La
utilización de pronombres puede confundirnos fácilmente (como ocurre con el
caso de “les tengo envidia a estas personas”, que ha de ir en plural) o cuando
un adjetivo ha de concordar con el complemento directo (“pinta azules esas
palabras” en lugar de “pinta azul esa palabra”).
“Si querría
hacerlo…”: utilización incorrecta del subjuntivo. El empleo de este modo verbal
constituye una de las mayores dificultades que hemos de afrontar en nuestro
habla, ya que requiere un esfuerzo mental mucho mayor por lo alambicadas que
resultan las construcciones en las que aparece el subjuntivo, que por lo
general suele indicar posibilidad, incertidumbre o subjetividad. En muchas
ocasiones, lo que ocurre es que se utiliza el modo indicativo cuando debería
emplearse el subjuntivo. Es el caso, por ejemplo, de “estaría bien que vengas”
o “hubiese preferido que estás”. Suele ocurrir a menudo también en la
utilización de condicionales, como es el caso de “si yo tendría más tiempo…”,
incorrecto.
“Bajo ningún punto
de vista”: utilización incorrecta de preposiciones. Cualquiera que haya
estudiado con un poco de profundidad el idioma inglés sabrá que los llamados
“phrasal verbs”, con sus matices obtenidos gracias a las diferentes
preposiciones, resultan altamente complicados para el no angloparlante. En
español no es exactamente igual de difícil, pero aun así, tenemos dificultades
para diferenciar cuál es la preposición exacta que se debe emplear con cada
verbo. Es lo que ocurre, por ejemplo, con los galicismos “a tomar”, “a
decidir”, etc., que se deben expresar con una oración subordinada (por ejemplo,
“es una decisión que se debe tomar” es correcto y “es una decisión a tomar”,
incorrecto), o expresiones mal utilizas como “quedar de venir”, “bajo ningún
punto de vista” (se debe decir “desde ningún punto de vista”), “cerca a” o “en
consecuencia a” (las correctas son “cerca de”, o “como consecuencia de”).
“No pienses de que
te vas a salir con la tuya”: dequeísmo. Una de las variantes del punto
anterior, que nos lleva a utilizar expresiones como “me dijo de que tenía
razón” o como “resulta de que había venido muy pronto”. Ojo, porque esta regla
es un arma de doble filo. Hay que tener cuidado con no pasarse con la
corrección y comenzar a utilizar de manera incorrecta expresiones como “me
olvidé comprar” (que debería ser “me olvidé de comprar”) o no utilizar nunca
“de que”, incluso cuando está bien (como es el caso de los verbos “acordarse”,
“presumir”, “estar seguro”, etc.).
“Le quiero mucho”.
Laísmo, leísmo y loísmo. El triángulo de las Bermudas de la meseta castellana.
El menos habitual de los tres es el loísmo, que consiste en sustituir el
pronombre “le” (objeto indirecto) por “lo” (objeto directo). Un ejemplo de esta
mala utilización sería decir “lo voy a dar un beso”. El laísmo consiste en
utilizar “la” como complemento indirecto cuando la única palabra que puede
cumplir esa función es “le”. Por ejemplo, la oración “la voy a dar un beso”,
que aunque se refiera al género femenino, debe emplear “le”. El más habitual en
esta triada es el leísmo, la sustitución del complemento directo “lo” por el
“le” que debería utilizarse únicamente para complementos indirectos. Por
ejemplo: “le quiero mucho”. Aunque se considera un vulgarismo, la RAE considera
aceptable el leísmo.
“Ayer vinistes
pronto”. Añadir “s” en la segunda persona del pretérito imperfecto de singular.
“Tú comistes”, “tú pensastes”, “tú vinistes”. Todas estas expresiones son
absolutamente incorrectas, y no deben emplearse jamás.
“Hubo un incendio,
muriendo tres personas”: gerundio de posterioridad. Uno de los más empleados en
la prensa, ya que muchos no son conscientes de que este empleo de la expresión
es incorrecto. Consiste en utilizar el gerundio para expresar una acción que
ocurre detrás de otra, como es el caso de “se cayó por las escaleras
rompiéndose una pierna”. Es incorrecto, ya que el gerundio sólo puede emplearse
para expresar simultaneidad.
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