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Mostrando entradas de mayo, 2013
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mayúsculas y minúsculas (I)          En los tiempos más recientes me ha correspondido el honor de dictar talleres, charlas y otras dinámicas sobre redacción y ortografía, dirigidas a estudiantes universitarios, profesionales de la docencia y comunicadores sociales, al tiempo que he sido corredactor de un manual de estilo que será adoptado por un importante ente gubernamental, para unificar criterios en cuanto a la elaboración de las notas informativas y otros materiales relacionados con   publicaciones periódicas. Esa práctica constante me ha permitido   entre otras cosas, adquirir un manejo relativo de asunto lingüístico y conocer los aspectos en los que   más se incurre en impropiedades al momento de redactar, pues en cada caso ha sido necesaria una investigación sobre la actualidad del tema.     De hecho, en esta columna dediqué cinco artículos a las palabras por la índole de la entonación     y tres al uso de la coma, por ser este signo el que más dificultades ofrece. En
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¡alumno, concientízate!        A raíz del   artículo de la semana pasada, en el que me referí someramente al verbo concientizar y al sustantivo alumno, recibí una amable correspondencia de un lector en la que me pide que amplíe el comentario sobre alumno, pues   -según él-, se ha impuesto la prohibición del uso      del vocablo en   cuestión, pues muchos, sin haber verificado la etimología, aseguran que alumno significa sin luz, y en consecuencia, constituye un contrasentido que conviene evitar. En varias ocasiones he conversado del tema con docentes que defienden la tesis de la erradicación de la palabra alumno, y al sugerirles que expongan el criterio por el que   no se le debe llamar alumno a alguien que ingresa a una institución educativa, simplemente se escudan en el hecho de que así está establecido. Aquí cabría preguntar: ¿Dónde, cuándo y quién lo estableció? Porque   que yo sepa, en asuntos de usos de palabras no hay ninguna autoridad que avale o prohíba el empleo de tal
¡alumno, concientízate!        A raíz del   artículo de la semana pasada, en el que me referí someramente al verbo concientizar y al sustantivo alumno, recibí una amable correspondencia de un lector en la que me pide que amplíe el comentario sobre alumno, pues   -según él-, se ha impuesto la prohibición del uso      del vocablo en   cuestión, pues muchos, sin haber verificado la etimología, aseguran que alumno significa sin luz, y en consecuencia, constituye un contrasentido que conviene evitar. En varias ocasiones he conversado del tema con docentes que defienden la tesis de la erradicación de la palabra alumno, y al sugerirles que expongan el criterio por el que   no se le debe llamar alumno a alguien que ingresa a una institución educativa, simplemente se escudan en el hecho de que así está establecido. Aquí cabría preguntar: ¿Dónde, cuándo y quién lo estableció? Porque   que yo sepa, en asuntos de usos de palabras no hay ninguna autoridad que avale o prohíba el empleo de t
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¡no te comas la coma! (y III) al profesor Pablo   Pacheco Montoya     Concluye esta serie   de tres artículos dedicados al uso de la coma, en los que ha habido ejemplos claros y sencillos sobre este signo de puntuación que es uno de los que más dificultad les ofrece a las personas que tienen por oficio la redacción de textos. Se hizo hincapié en   dos casos en los que   más se incurre en mal uso, como   el vocativo y    las frases parentéticas o incidentales, con la finalidad de     aclarar dudas, como ha sido siempre la intención de esta columna.   Hoy hablaré de otros usos y mostraré casos de formas   inadecuadas; pero antes debo aclarar que los verbos concienciar y concientizar pueden usarse indistintamente, toda vez que ambos aluden a la misma idea que se desea expresar. Hago esta observación en virtud de que he oído a estudiantes decir que algunos profesores les prohíben que digan concientizar, y les sugieren que deben usar concienciar, dizque porque la primera no c