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Mostrando entradas de 2016

Aún hay tiempo

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Aún hay tiempo      Siempre he dicho que para una escritura aceptable es indispensable conocer las palabras por la índole de la entonación, usar de manera adecuada los signos de puntuación y distinguir la función que cada término cumple dentro de la oración. Si alguien está en capacidad de saber lo que es una palabra aguda, grave o esdrújula; si tiene claro que una coma mal utilizada cambia el sentido de las frases; o si puede determinar lo que es una conjunción, un adjetivo, un pronombre o un adverbio, entonces estaría en capacidad de escribir de manera clara y eficaz. Si no maneja esos elementos, es preferible que se ocupe de aprender a usarlos, y así evitar que su escritura sea objeto de burlas. En las redes sociales abundan los mensajes minados de errores ortográficos, tanto de gente común, como de personas a las que se supone que son poseedoras de un alto nivel de preparación. El tema de hoy lo he tratado en varias ocasiones, y vuelvo sobre él en virtud de aclarar las dudas q
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Fidel       Lo más relevante en lo noticioso, político e histórico, ha sido la muerte de Fidel Castro, personaje a quien muchos admiran y otros aborrecen. Para bien o  para mal, marcó un hito en la historia reciente de la humanidad y es imposible no hablar de él. Luego de su fallecimiento, la prensa internacional ha mostrado contenidos informativos en los que la opinión está dividida sobre lo que fue y ha sido. En este artículo, el penúltimo del año, mostraré algunas claves de redacción relacionadas con ese hecho que aún sigue ocupando la atención del mundo. Antes de entrar en materia, doy gracias a Dios por haberme permitido culminar con éxito mi formación para optar al título de licenciado en Comunicación, mención Desarrollo Social de la Universidad Católica Cecilio Acosta. El sábado 3 de diciembre, junto con mi paisano y amigo Franklin Eleazar Piña, mostré las bondades  del producto comunicacional, que en otras universidades equivale a proyecto o tesis, según sea caso. En l

Un repaso sobre el gerundio

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Un repaso sobre el gerundio      Entre los errores más comunes en el lenguaje oral y escrito está el uso del gerundio,  palabra con la mala fama de ser la más compleja de nuestra lengua y  por ello, a algunas personas no les gusta que les hablen del asunto, aun cuando son educadores o comunicadores sociales, que por supuesto tienen el lenguaje como herramienta básica de trabajo. Durante los 22 años de esta columna he dedicado muchos artículos en los que he tratado de mostrar ejemplos sencillos que permitan disipar las dudas y aprender a usarlo. Sin embargo, al abrir cualquier periódico, se leen informaciones en las que se anuncia que “comenzó la vacunación masiva de la población, erradicándose el paludismo y la poliomielitis”. En cualquier texto de efemérides es frecuente encontrar que “en octubre de 1962, Estados Unidos alegó que se estaban instalando armas nucleares en Cuba, estallando la conocida Crisis de los Misiles”.  En los dos ejemplos el gerundio está mal utilizado.    

Americanos, norteamericanos y estadounidenses

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Americanos, norteamericanos y estadounidenses A mi cuñada Maritza Fernández, guaireña y guairista por siempre      En muchas ocasiones me han pedido que hable sobre el gentilicio de los nacidos en Estados Unidos, y nunca me había ocupado del asunto; pero no significa que no sea importante. Hoy he escogido ese tema, en virtud de satisfacer las inquietudes que por diferentes vías he recibido en los días más recientes, de parte de personas preocupadas por los asuntos del lenguaje. Las dudas al respecto se han fortalecido quizás por el inmenso poder inductivo que ejercen los medios de comunicación, lo cual implica que todo lo que en ellos se diga o se escriba, mal o bien, tiende a arraigarse en el vocabulario del común de las personas. Desafortunadamente, siempre se impone lo negativo, lo absurdo, lo frívolo, lo equivocado y aun lo ridículo. Antes de entrar en materia, debo agradecer las manifestaciones de afecto que recibí con motivo del vigésimo segundo aniversario de Nuestro Id

22 años

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22 años      Algunos consideran que la satisfacción es quizás uno de los sentimientos que menos se experimentan; pero yo digo lo contrario: es uno de los que tenemos con más frecuencia al alcance. Está vinculada con la perseverancia y constancia. Es posible que en la lista de cosas y propósitos comenzados y no terminados, el índice de perseverancia sea bajo; pero con seguridad  aparecerán esos momentos en que nos esforzamos hasta terminar algún detalle del trabajo y la satisfacción de haberlos terminado, y eso compensa cualquier falla. Esa sensación es la que he experimentado durante la existencia de Nuestro Idioma, publicación periódica que anteayer estuvo de cumpleaños; pero como el aniversario no coincidió con el día de publicación, hoy les hablo de lo que es y ha sido este trabajo de divulgación periodística que lunes a lunes aporta soluciones sobre las impropiedades lingüísticas arraigadas en los medios de comunicación y en el habla cotidiana, siempre bajo la óptica de alguie

Enfermedades en minúsculas

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Enfermedades en minúsculas      Lo más desagradable con lo que se puede topar un buen lector, sin dudas, es con  un texto minado de letras mayúsculas innecesarias. Se ha vuelto una mala costumbre colocarle inicial mayúscula a todo, y por eso es frecuente ver oficios y documentos en los que en un mismo renglón aparecen varias mayúsculas ociosas, que denuncian el descuido y desconocimiento de la persona que las escribió. Ese defecto es más notorio en la redacción jurídica, toda vez que hay muchos abogados en ejercicio, jueces o fiscales, que le colocan inicial mayúscula a todo lo que se les antoja. No es un vicio exclusivo de los profesionales del derecho; pero sí es el ámbito en donde más abunda, y para muestra, solo basta leer cualquier texto, aunque es justo reconocer que existen contadas y honrosas excepciones que se distinguen muy fácilmente. Hago la salvedad, porque no faltará alguien que diga que quien esto escribe, ha lanzado un ataque en contra de los abogados y de su gremi

Pedro Chapón y Willian Tovar

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Pedro Chapón y Willian Tovar       En los días más recientes he recibido sendas misivas por vía de correo electrónico, de Pedro Chapón y de Willian Tovar, contentivas de dudas que son frecuentes en la redacción de textos. Ambos son conscientes de que todo profesional debe manejar con facilidad el lenguaje que emplea, a fin de hacerse entender y cumplir la labor que habrá de desarrollar. Hay personas con amplios conocimientos en su oficio; pero cuando  escriben, demuestran que no se preocuparon por aprender lo básico y elemental de las normas para una escritura aceptable y agradable. Por supuesto, no son todos, dado que existen los que sí están conscientes de la importancia de escribir con propiedad, y por eso se distinguen de los demás. El primero me ha consultado sobre puntos que han sido tratados en varias ocasiones en esta columna, así como en talleres y charlas sobre aspectos lingüísticos en los que he participado como facilitador. Nunca está demás volver a hablar de ellos, so

El verbo aseverar

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El verbo aseverar                Cuando se estudia ciencias de la comunicación social se aprende que para la redacción periodística existen técnicas y mecanismos que permiten  señalar lo que textualmente expresan los informantes. Se usan citas directas, semi directas e indirectas. Para lograr ese propósito, se emplean verbos en tercera persona, con los que se puede evitar la repetición monótona y darle claridad a lo redactado. Los manuales de estilo de los más importantes diarios del mundo incluyen una sección con los verbos y su definición, para que los redactores los atribuyan de manera adecuada y no como una forma práctica de concluir un párrafo. En el Manual de Estilo del diario El Nacional de Venezuela se le llama  “Verbos para atribuir”; en tanto que en el  Manual de Redacción del Tiempo de Bogotá, esa sección aparece como “Palabras para atribuir”, que al igual que la del diario venezolano, le sirven al periodista como guía para evitar el uso repetitivo de “dijo” o “infor

¿Es con h o sin ella?

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¿Es con h o sin ella?      Hace algunos días, mi amigo, paisano y colega Grossman Parra Pinto me hizo una entrevista para un foro que suele publicar los lunes en un importante medio impreso del estado Portuguesa, lugar en donde ambos estamos radicados y cumplimos nuestra labor periodística: él al servicio del aludido diario, y yo como director de Prensa y Protocolo de la Alcaldía del municipio Guanarito. Sin habérselo propuesto quizás, Grossman le tributó un reconocimiento al trabajo que me ha tocado desempeñar durante más de treinta años, primero como articulista y después como locutor y orientador lingüístico en este y otros diarios. Por cierto, Nuestro Idioma cumplirá 22 años el venidero 12 de noviembre.      El diálogo giró en torno de los errores más comunes en los medios de comunicación y en el habla cotidiana. Mi entrevistador se interesó por saber las causas de las impropiedades lingüísticas, y cuál ha sido la reacción de las personas a las que les he hecho observacion

¡Para José Neptalí!

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¡Para José Neptalí!       Siempre será agradable saber que, a pesar de lo engorroso que es el aspecto gramatical y lingüístico, hay personas a las que les apasiona el tema y constantemente se ocupan de apercibirse de nuevos conocimientos. Muchos han sido los artículos publicados en esta columna, surgidos de consultas de lectores que han adoptado este trabajo de divulgación periodística como un manual  para disipar sus dudas, lo cual me honra y a la vez me compromete en la búsqueda de respuestas que satisfagan las inquietudes. Hace algunos días recibí una misiva en la que el amigo José Neptalí Alvarado me plantea una situación relacionada con los dos puntos. Le agradezco los comentarios elogiosos y la autocalificación de “asiduo” lector de Nuestro Idioma. Su duda es quizás es la misma de la mayoría de los que tienen por oficio la redacción de textos. Mostraré algunos usos, y para tal efecto he tomado ejemplos de la exposición que al respecto ofrece la Real Academia Española, ada

¡Todo sea por la paz!

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¡Todo sea por la paz!      Al momento de redactar esta nota, en el vecino y hermano país Colombia apenas los residentes de esa nación y los que habitan en el exterior se preparaban para acudir a las urnas y emitir su opinión en torno de un proceso que, para bien o para mal, marcará un nuevo hito histórico, pues la finalidad, en términos generales, es aprobar o rechazar los acuerdos de paz, luego de cincuenta y dos años de muerte y desolación. El objetivo, según el gobierno, es la terminación del conflicto; y según las Farc, “buscar la paz con justicia social por medio del diálogo”. Como toda actividad humana, tiene seguidores y detractores. El ejemplo es el uribismo, cuya máxima figura es Álvaro Uribe Vélez, aunado al  Partido Conservador. La posición del exmandatario ha sido cuestionada duramente por amplios sectores de la sociedad neogranadina, lo que implicaría que los detractores serían derrotados por una amplia mayoría que quiere a su país regrese la tranquilidad que se p

Solo y sin tilde

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Solo y sin tilde      Muchas personas ignoran que en 2010 la Real Academia Española publicó una nueva ortografía, y pese a que fue bastante difundida, muy pocos la conocen. Algunos que la que han leído, no se acostumbran a los cambios. A partir de esa fecha, la docta institución suprimió los dígrafos ch y ll (elle), por lo que ahora en el alfabeto español se cuentan 27 letras y no 29, como antes. Eso ha dado pie a dudas y equivocaciones. Ocurre que cuando en un crucigrama aparecen preguntas relacionadas con el número ordinal de las mismas, surge la duda o simplemente no se responde la pregunta. En el pasado ha quedado aquello de la i griega (y) i latina, ve (v) corta y la be (b) larga, pues todo fue subsumido en i, ye, be y uve. A estas últimas, la mayoría las llamaba y las sigue llamando ve de vaca y be de burro. En menester saber que ya no se le coloca la tilde a la conjunción disyuntiva “o”, ni tampoco al adverbio SOLO y los pronombres demostrativos.      De esto último vo

Una respuesta pendiente

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Una respuesta pendiente      Varios de los artículos publicados en esta columna han surgido de inquietudes que de manera regular recibo en mi buzón de correo electrónico, y por lo general  los remitentes son personas que utilizan el lenguaje como herramienta básica de trabajo o sencillamente se preocupan por disipar sus dudas en aras de una mejor utilización de la palabra. Ese hecho ha traído y  trae consigo una doble satisfacción, pues por un lado demuestra que este trabajo de divulgación periodística, que en noviembre de este año cumplirá 22, no ha sido infructuoso, al punto que casi todos los que me consultan, se autocalifican como “asiduos lectores y seguidores” de Nuestro Idioma, lo cual es un honor, un privilegio y un gran compromiso que se renueva constantemente. Por otro lado, me facilita la labor de seleccionar el tema semanal. Las peticiones son respondidas de manera privada y pública; bien por correo electrónico, Facebook, Twitter o por esta vía. El medio y la forma

¿Cuál es el verbo?

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¿Cuál es el verbo?            Por descuido, y en la mayoría de los casos por desconocimiento, periodistas, publicistas y muchos medios de comunicación se han convertido en grandes divulgadores de impropiedades que se han arraigado en el vocabulario del común del hablante. Ello se debe al enorme poder inductivo que estos (los medios) ejercen. Es recomendable que esa bondad no sea utilizada de una manera muy libérrima, pues la incidencia pudiera ser igualmente provechosa que dañina. Dentro de la amplia gama de vicios de lenguaje, de los que he hablado suficientemente en esta columna, está el empleo de verbos con significado diferente del que registra DLE (Diccionario de la Lengua Española). De eso voy a hablarles hoy una vez más; pero antes respondo una inquietud de mi amigo y colega periodista Edgar Alexander Morales, respecto del acrónimo con que se conoce al recinto carcelario del estado Portuguesa. Unos escriben Cepella y otros Cepello, y de las dos maneras es correcto, solo q