¿La médico o la médica?

¿la médico o la médica?

     En muchas ocasiones he escrito acerca del nombre de los cargos que desempeñan las damas y los títulos que estas ostentan, sobre todo  en esta época en la que las féminas han comenzado a figurar en  responsabilidades que tradicionalmente eran reservadas al sexo opuesto. He perdido la cuenta de las veces que hecho dicho que la  manera  de darles un inmejorable  trato, es comenzar por entender que las profesiones no son masculinas. En la mayoría de las universidades de Venezuela y quizás de América Latina,  los títulos para las damas son conferidos con el sustantivo masculino, lo cual es una forma “inofensiva” de discriminarlas, dado que no existe ninguna ley que establezca que los títulos necesariamente deben ser  masculinos. Hoy voy  a hablar  nuevamente el tema, con la finalidad de contribuir con la disipación de las dudas; pero antes  agradezco las palabras de felicitación que por diversas vías recibí con ocasión del vigésimo aniversario de Nuestro Idioma, lo cual me llena de satisfacción y de compromiso por seguir aportando elementos que conduzcan al mejor uso del lenguaje articulado, como siempre  ha sido en estos veinte años.     
    Es frecuente escuchar que “la hija de la vecina se graduó de  médico” o que “fulana de tal es  ingeniero”, y que “Laura y  Janeth  son  arquitectos”, lo cual a todas luces, es una irregularidad en cuanto al uso de nuestro español. La situación se torna aun más irregular, cuando la mayoría de  las mujeres, al  mencionar su profesión, se  atribuyen el género masculino, dizque porque así aparece en el título. Se debe decir  médica, abogada, ingeniera, arquitecta, odontóloga, farmacéutica, bióloga, física, psicóloga, zoóloga, química, fisióloga, pedagoga, bibliotecaria, filósofa, técnica, consultora, ministra, jueza, música, senadora, procuradora, biógrafa, etc., aunque la Real Academia Española, por razones que no comparto,  admite el uso del nombre con el artículo en femenino y el sustantivo en masculino.   
     Ahora, otra cosa son los nombres  comunes, atribuibles a ambos géneros. Lo son los terminados en “a”: psiquiatra, terapeuta, pediatra, fisiatra. Basta con anteponerles el artículo determinado “el” o “la” para designar el género: el psiquiatra, la psiquiatra. Otros como conserje, cónsul, igualmente  comunes, forman su género con el mismo artículo: el conserje, la conserje; el cónsul, la cónsul.
     Decirle médico o abogado, ingeniero, odontólogo, una persona cuya feminidad y sensualidad  saltan a la vista,  es intrínsecamente incorrecto y secuela de una larga tradición sexista afectada de impropiedad semántica, completamente desautorizada por la realidad. En nuestro país, que yo sepa, la única universidad  que les da el trato adecuado a las damas, es la de los  Andes. Hace algunos años, por allá por los ochenta, tuve el placer de asistir en Mérida, al acto de grado de una amiga, hoy día profesional en Farmacia, y me agradó el hecho de que las damas que  se reciben en Medicina, Ingeniería, Odontología, Derecho etc., son médicas, ingenieras, odontólogas y abogadas. ¿Qué por qué? Bueno, porque por justicia y por lógica elemental, los cargos y títulos deben concordar con el sexo de la persona que los ejerce. A nadie se le ocurrirá  llamar profesor (en masculino) a una dama que ejerza la docencia, pues aparte de que es una ridiculez, sería  una  gran falta de respeto.
     Es una discriminación pueril, toda vez que las mujeres no sólo han alcanzado plenitud de derechos, sino que han abordado todas las profesiones con una solvencia irrefutable. Las damas deberían preocuparse porque se les    reivindique en el lenguaje su sexo y no permitir la humillación por el prejuicio de la costumbre.
      Y ya que he hablado de sexo, no está demás recalcar que  lo que determina si un ser humano es hombre o es mujer, es el sexo y no el género, como equivocadamente piensa la mayoría. La confusión en cuanto a sexo y género, es favorecida por el hecho de que, por lo general, el término  sexo lo asocian únicamente con el acto carnal.  Los seres humanos tenemos sexo, mientras que las palabras y las cosas inanimadas tienen género.
@nuestroidioma65

nuestroidioma65.blogspot.com    

Comentarios

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