¡Otra vez estadal y estatal!

¡otra vez estadal y estatal!

     Muchas personas creen que  la Real Academia  de la Lengua Española, junto con su diccionario, es la autoridad que permite o prohíbe el uso de las palabras. Es común oír que la palabra tal fue aceptada y por tanto ya podrá usarse. Esa supuesta autoridad  ha incidido para que hoy día haya confusión en cuanto al uso de ciertos y determinados vocablos, pues muchos son los que, basados  en la inexistente autoridad de la docta institución, se eximen de usarlos. Algo parecido ha sucedido con las palabras estadal y estatal, que aunque tienen un uso definido, muchos redactores y aun estudiosos de lenguaje y de las ciencias de la Comunicación Social incurren en despropósito. Sobre este tema voy a hablar  una vez más; pero antes debo referirme a la palabra semovientes, que está siendo utilizada con un significado diferente del que tiene. La están confundiendo con reses o ejemplares, y en consecuencia, se habla de que “al estado Portuguesa han llegado más de quinientos semovientes para mejorar la genética”, lo cual es incorrecto.
     Semovientes, apreciados periodistas y columnistas,  son animales de granja: una vaca, un becerro, una mula y hasta una gallina. Deberían los directores de medios, jefes de redacción o de información, instruir a su cuerpo redaccional, para comiencen a llamar las cosas por su nombre, pues es la obligación que tenemos como comunicadores sociales.
     Lo de estadal y estatal siempre ha sido motivo de polémicas, y hay quienes aducen que todo lo que deriva de estado como división del territorio debe ser estatal, dado que estadal no existe con ese significado, es decir, no está autorizada por la Real Academia de la Lengua Española, lo cual demuestra que los que esgrimen ese criterio, ignoran que la referida institución no tiene ninguna autoridad para permitir o rechazar el uso de palabras, dado que su función es meramente de registro.  La autoridad en este caso es el pueblo hablante, que las crea por necesidad expresiva. Es cierto que estadal no figura en el registro lexical como división territorial, sino como una medida de longitud en desuso, entre otras definiciones; pero sucede que es una derivación perfecta de estado, y como el estado es la segunda instancia del Poder Ejecutivo en nuestro país, lo lógico que todo lo que de allí derive, sea estadal: maestros estadales, policías estadales, comicios estadales, Dirección Estadal de Salud, Dirección Estadal de Educación, etc.
         El uso ha consagrado estadal para todo lo que tenga que ver con la división del territorio; en tanto que estatal se reserva para nombrar lo que guarde relación con el nivel central del poder. Es por eso que es válido hablar de empresas estatales, pues se entiende que pertenecen al Estado como país. Tómese en cuenta que cuando ESTADO se usa  como entidad de derecho público, o sea como nación, siempre debe escribirse con inicial mayúscula: “Venezolana de Televisión, Corpoelec,  Movilnet y Cantv son empresas administradas por el  Estado venezolano”. También podrá decirse que son empresas estatales.
     La Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, en su artículo 136, establece que el Poder Público se divide  en municipal,  estadal y  nacional, lo cual es un aval para que se use estadal en todo lo que derive del estado como división del territorio, sin importar  lo que aparece en el Drae. No es capricho, sino una forma de simplificar las cosas, que en materia de lenguaje es fundamental.
     Y si estadal es todo lo que deriva del ESTADO como división del territorio, lo lógico es que se diga o se escriba “gobierno estadal” y no “gobierno regional”, dado que la región solo existe o existía  para la distribución del presupuesto u otros fines. Si acá la segunda instancia del poder fuese la provincia o el departamento, el gobierno sería provincial o departamental, como en Argentina y Colombia;  pero como es el estado, se debe llamar estadal. Sobre esto también los directores de medios, jefes de redacción o de información, deberían instruir a sus redactores, para que  se acostumbren a llamar las cosas por su nombre.

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