Redacción periodística



 redacción periodística

         Los  treinta años como columnista de prensa, de los que he dedicado casi diecinueve al estudio y divulgación de las impropiedades lingüísticas, me han permitido forjarme un criterio sólido acerca de sus causas y consecuencias, amén de que me han deparado infinitas  satisfacciones, dado que a la luz de comentarios vertidos en esta columna, muchas personas han erradicado errores y han adquirido facilidad en la redacción de textos. Ese hecho hace que cada día este trabajo lo realice  con más entusiasmo, convencido de que el esfuerzo no es ni ha sido en vano.  Varias  son y han sido las instituciones públicas y privadas que  han tomado las enseñanzas de Nuestro Idioma, con lo cual han desechado vicios  de lenguaje que por mucho tiempo habían permanecido indesarraigables. Me complace sobremanera saber que hay casas  de educación superior en las que la lectura de esta columna es recomendada, lo que me llena de orgullo.  Además, es placentero recibir comunicaciones con planteamientos sobre impropiedades idiomáticas, siempre cargadas de comentarios elogiosos que demuestran estima y agradecimiento para con este aporte semanal,  que algunos  han pretendido desmerecer, entorpecer y desprestigiar, sin éxito.
         Hoy tocaré un  tema que sin dudas creará inconformidad, pues  muchos dirán que alguien que apenas tenga quinto grado de primaria o  un simple bachiller, no está facultado para hablar de redacción periodística. A riesgo de lo que puedan exteriorizar, les mostraré algunos aspectos sobre los que es necesario insistir en función de lograr  una buena redacción periodística.
        El fondo del problema de la mala redacción está en el hecho de que en la mayoría de las escuelas de periodismo no se enseña la forma en que  debe estructurarse una nota informativa. Han sido descuidados los patrones de redacción básicos, y es por eso que hay estudiantes que ignoran   que una nota, boletín o como se le llame,   debe responder a las cinco preguntas básicas de qué, quién, cuándo, dónde y cómo. Y si hablamos de ortografía, la cosa se vuelve trágica, toda vez que hay alumnos que están en los últimos semestres de su carrera y escriben Portugueza, veículo y disiembre, en lugar de Portuguesa, vehículo y diciembre. Alguien que tenga esas carencias  y pretenda ser comunicador social, debería  dedicarse a otra cosa. La ortografía es la herramienta  fundamental de un periodista. Esas fallas derivan de algunos  profesores que permiten que los estudiantes entreguen trabajos con horrores ortográficos. A ello habría que sumar la falta de coherencia y la pésima concordancia entre singular y plural.
         Los errores son frecuentes entre viejos y jóvenes periodistas, pero hay errores de errores que merecen la calificación de horrores. Eso en  es el caso de los que estudian Comunicación Social; pero la situación se torna más desagradable  cuando ya  son licenciados, toda vez que el mismo hecho de serlo los vuelve prepotentes,  arrogantes y  no aceptan correcciones. Hay quienes ejercen el oficio de redactores y no tienen la mínima noción de lo que son las palabras por la índole de la entonación, es decir, lo que es una palabra aguda, grave o esdrújula, lo cual los induce a no colocar la tilde o a colocarla en donde no corresponde. A ello se aúna el desconocimiento de los signos de puntuación, que  los lleva a colocar coma en todas partes, generalmente en el lugar inapropiado. Con ese tipo de situación me ha tocado lidiar por mucho tiempo, más ahora cuando me  desempeño como coordinador de Medios de un importante ente gubernamental, en el que existe la  norma de  dictar talleres de redacción periodística de forma regular. Además, me correspondió el honor de ser corredactor   de un manual de estilo que ya ha comenzado a dar frutos, dado  que   los despachos informativos tienen otra forma y fondo. Algunos han  aceptado las fallas, y en virtud de ello, han comenzado a escribir mejor.     
        ¿Cómo superar esas debilidades? La forma que yo considero fundamental es persuadirse de la importancia der ser   comunicador social y asumir rol que le corresponde desempeñar en la sociedad, lo cual puede conducirlo  a adoptar el hábito de la lectura, con el que   puede  familiarizarse  con la escritura de las palabras y al mismo tiempo podrá conocer las reglas para el uso de la tilde y de los signos de puntación, que son indispensables, pues son los que les dan sentido a lo que se escribe. De nada le vale a un periodista haberse graduado en la universidad más prestigiosa del mundo,  saberse de memoria la definición de los géneros periodísticos, conocer los términos del lenguaje de los periodistas, si no sabe estructurar una nota de prensa.  Muchos lectores podrán inferir que si alguien se graduó en una universidad famosa, debe conocer suficientemente el oficio que desempeña. Eso no  es una condición  sine qua nom, toda vez que ha habido casos de personas que se han graduado en universidades que no tienen renombre y son excelentes profesionales. A los que obtuvieron su título en universidades prestigiosas y  exigentes, valdría la pena preguntarles: ¿cómo lo lograron?                                                     
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