el lenguaje de la radio
el
lenguaje de la radio
En 2010 el Concejo Municipal de
Guanarito me honró con designarme orador de orden, con motivo del Día del
Idioma del y del Libro, en una sesión
especial, realizada el 29 de abril en la Concha Acústica, en la que tuve la oportunidad de hablar de lo que tanto
me gusta: el idioma español. Posteriormente, en junio del mismo año, la
Asociación de Locutores y Operadores de Radio (Aloer) me concedió el honor de
leer el discurso con motivo del Día de la Radiodifusión, en el Consejo
Legislativo del estado Portuguesa. En
ambas ocasiones mostré algunos ejemplos del mal uso del lenguaje en la radio, por parte de algunas personas, que sin tener
la mínima preparación, son las que ocupan los espacios de privilegio. Hice
críticas y también aporté soluciones; pero
como es habitual en estos casos,
los aportes fueron desechados, en tanto que las críticas fueron tomadas como
una ofensa, pues dije –y aquí lo sostengo-,
que la radio de hoy día está en manos de ignorantes, con contadas y
honrosas excepciones que se distinguen muy fácilmente. Comenté que el PNI no es ningún certificado para ejercer el oficio de
locutor, sino un requisito mercantil por el
que es pechada la persona que produzca programas en radio o televisión.
Esa aseveración provocó la ira de un
pequeño grupo de supuestos productores radiales, e intentaron bajo la sombra desvirtuar lo que había expresado en mi
discurso; pero no lo lograron. Hoy, a
riesgo de que hiera susceptibilidades, debo decir nada ha cambiado, y por el
contrario ha empeorado.
Cada día son más frecuentes los
errores en la radio, que van desde
simples equivocaciones por descuido, hasta verdaderas estupideces, sin que el
órgano fiscalizador del medio radiofónico aplique las correcciones. Se ha
desvirtuado la razón de la radio, y esta es utilizada para cualquier cosa,
menos para educar, entretener e informar. Es justo reconocer que en los
actuales momentos es más fácil llegar a la radio, si se compara con la de los
tiempos en que no existían las comunitarias; pero muchas personas han
confundido el término comunitario con chabacanería y aun con anarquía, que es
lo más grave. Sin tomar en cuenta que un locutor es en esencia un educador a
distancia, se les permite usar un micrófono para expresar cuanto disparate se les ocurra.
Existen programas supuestamente
musicales, cuyos conductores no pegan una en la pronunciación de algunas palabras
comunes en el habla cotidiana, como por ejemplo haiga en vez de haya,
simenbargo, en lugar de sin embargo, ariopuerto en vez de aeropuerto,
atarrizaje por aterrizaje, inauración por inauguración, amén de otras
impropiedades que rayan en lo ridículo, sin que alguien pueda orientarlos, ni
siquiera los que fungen de directores, pues en la mayoría de los casos padecen
los mismos males. Y no es que yo denigre de las personas que les gusta la noble
profesión del micrófono, como han pretendido hacer creer los que se han sentido
aludidos con los conceptos que he emitido las veces que me ha tocado hablar el
lenguaje de la radio, sino que como profesional estoy en la obligación moral de
advertirles que la radio como medio de
comunicación masiva, ejerce un inmenso poder inductivo, lo que implica que todo
lo que en ellos se diga, mal o bien, tiende a arraigarse en el vocabulario. Es
preferible que ese poder sea aprovechado de la mejor manera.
Y si de programas de opinión se
trata, la cosa no es menos calamitosa, pues los que guían espacios en ese
renglón, sin la debida preparación, se creen con el derecho de hacer
afirmaciones sobre asuntos para los que no están capacitados ni facultados.
Muchos son los que aprovechan para ventilar asuntos personales, y en más de una
ocasión han incitado a la violencia, pues las personas aludidas o mencionadas
han acudido a solicitar el derecho a réplica consagrado en nuestra Carta Magna,
y les han respondido con agresiones.
Y no es que los errores y la falta de
conocimientos sea exclusiva de la radio del hoy, día, pues en el pasado también
los hubo; pero había la convicción de que el locutor debía tener una notable
preparación, y en eso se esmeraban. En los actuales momentos pareciera que el
requisito sine cua nom para trabajar en una radio es ser chabacano, malhablado
y resentido social, y si usted piensa que es una afirmación exagerada, lo
invito a que sintonice cualquier emisora y se dará cuenta que la radio está
siendo utilizada para cosas muy diferentes del propósito con que fue creada. Claro
está, con contadas y honrosas excepciones que se distinguen muy fácilmente.
@nuestroidioma65
nuestroidioma65@blogspot.com
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