La semana me referí alas formas masculinas y
femeninas de algunas palabras, y lo hice a propósito de la frecuencia con que
aparecen en los medios impresos impropiedades de concordancia, que desdicen de
la formación y capacidad de los que las escriben, generalmente licenciados en
Comunicación Social con muchos años de ejercicio. A muchos redactores y
redactoras se les dificulta saber cuándo una palabra es masculina o cuándo es
femenina. Aproveché la ocasión para referirme
de manera fugaz al tema de sexo y
género e hice hincapié en señalar que lo que determina la masculinidad y
feminidad en los seres vivos, es el sexo y no el género, como erróneamente se
ha difundido, al tal punto, que pareciera un vicio indesarraigable. Hoy voy a referirme
a un tema que en muchas ocasiones ha sido motivo de polémicas que han terminado discordia, pues los exponentes
han esgrimido argumentos débiles que no resisten el más simple análisis, y que
guarda relación indirecta con el asunto
de la semana pasada, comentado en esta
columna enotras ocasiones.La finalidad de esta entrega es contribuir para disipar
las dudas sobre la terminal aérea o el terminal aéreo.
A raíz del anuncio del Gobierno
Estadal de Portuguesa, en cuanto a la modernización del Aeropuerto de
Acarigua-Araure, muy poco conocido con
el nombre de General de Brigada (A) Oswaldo Guevara Mujica, ha resurgido la
duda sobre si debemos decir o escribir la terminal o el terminal aéreo o
terrestre, que para los efectos de este escrito, es la misma cosa. Muchos
redactores me han consultado la opinión, y brevemente les he explicado que no
hay ninguna incorrección al hablar de la o el terminal, solo que existe un
aspecto que es necesario saber, en
virtud de usar ambas formas de manera adecuada. El carácter dinámico y la
flexibilidad de nuestro idioma permiten que un adjetivo pueda sustantivarse,
como en el caso de terminal, que califica a un sustantivo como estación, punto
o lugar. El adjetivo reemplaza al sustantivo al que antes calificaba y se
transforma solo en el terminal o la terminal, según el gusto del usuario, lo
cual no significa que no podamos usarlo del modo original. La fuerza de la
costumbre ha conducido a emplear el género masculino, por lo menos en esta zona
del país. Otro elemento destacable en
este asunto es que de las dos formas es aceptable el uso, siempre que se tenga
conciencia de ello y tengamos presentes que es una mera cuestión de gusto. Yo
utilizo la forma masculina, pues ha sido la que desde niño y adolescente he
visto con mayor frecuencia, incluso en textos empleados en la enseñanza
primaria y en la secundaria.
Algo parecido sucede con final, que es
un adjetivo que ha ido reemplazando al sustantivo al que originalmente califica.
Por el mismo mecanismo y licencia con que la
estación terminal se convierte simplemente en el terminal o la terminal,
el partido final y la competencia final,
se convierten en el final o la final, según el caso. Del mismo modo, lo que en
la jerga estudiantil se le conocía cono exámenes finales, son finales, a secas.
Y como habrán podido notar que lo del terminal y la terminal no es un asunto
que amerite tanta explicación, quiero aprovechar este artículo para hablar una vez más del nombre del idioma que hablamos en este lugar del planeta y en
el resto de la América, con la excepción
de uno que otro Estado en los se empela el inglés, el francés y papiamento,
como Brasil, Jamaica, Surinam y Antillas holandesas. El motivo de esta
aclaración fue una inquietud que me planteó un sobrino mío que vivió algunos
meses en las islas Canarias y
posteriormente en Barcelona, en donde –según él-, el nombre común para
referirse al idioma es el castellano y muy poco español. En Venezuela y en
ciertos países de habla hispana, sobre todo en textos de enseñanza, se le
llama castellano; pero en España las dos
formas son empleadas y han tenido defensores con argumentos sólidos para
defender su posición, aunque oficialmente, según la respetada opinión del profesor
Alexis Márquez, nuestra lengua se llama español. Es posible que en las islas,
en Barcelona o en otro lugar de ese país haya preferencia por castellano, y de allí la
duda de mi sobrino, lo cual no es extraño acá en Venezuela, en donde aún
persiste la duda, sobre todo en el ámbito de la redacción periodística.
A todas estas, el origen del asunto
es histórico, político y se remonta a la
época en que los árabes invadieron el territorio de la antigua Hispania, en donde hubo una
lucha entre los numerosos reinos, por la
repartición del lugar, entre cristianos y musulmanes. El reino de Castilla fue imponiéndose sobre
los demás e hizo posible la unificación con el
de Aragón, amén de que propició la destrucción del poderío árabe, tras
la conquista del reino de Granada. Esos hechos
le dieron hegemonía sobre el resto del territorio y permitió la unificación del
territorio, y como cosa lógica debía adoptarse un idioma oficial, y ese no fue otro que el castellano, es decir, el hablado
en Castilla. De modo que, de las dos
formas es igual.
@nuestroidioma65
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