¡Senda experticia!
¡senda experticia!
El origen de muchas de
las impropiedades en las que incurren algunos
periodistas de Venezuela y de otros
países de Iberoamérica, está en el mal manejo de las preposiciones y en
el empleo de palabras con significado diferente del que tienen. En el caso de
las preposiciones, ha surgido el llamado dequeísmo, vicio que consiste en usar
de forma inadecuada la fórmula “de que”. Por eso es frecuente leer u oír
expresiones como: “Yo pienso de que no es el momento”; “Ellos piensan de que
eso está mal hecho”. Paralelo a este, está el queísmo, que es la supresión de
la preposición “de” en dónde sí debe ir. Habitualmente, incurren en queísmo aquellos redactores
que usan las diferentes inflexiones de los verbos pronominales, que
generalmente se conjugan con ciertas formas del pronombre: “me”, “te”, “se”,
“nos”, “os” y “se”. Los ejemplos en los que se puede encontrar queísmo, están en algunas
frases compuestas con los verbos alegrar,
complacer y acordar. Al escribir: "Yo me alegro que estés bien"; “Tú te complaces que ellos hayan regresado" y "Ella se acuerda que tú la dejaste esperando", hace falta la preposición de: yo me alegro de
algo, tú te complaces de algo y ella se acuerda de algo, y ese algo comienza
con que: “que estés bien”, “que ellos hayan regresado” y “que tú la dejaste
esperando”. Sobre el mal uso de las preposiciones hay mucho por comentar, y como dijera
Grossman, dejo esto hasta aquí para referirme al tema de las palabras usadas con
significado diferente, plasmadas en el título de este artículo.
El caso más emblemático de las
palabras mal utilizadas, sin dudas es el vocablo sendos y su correspondiente
femenino, que muchas personas por desconocimiento le atribuyen un significado
que no tiene y lo han convertido en adjetivo ponderativo. Según el Drae,
significa: "Uno o una para cada cual de dos o más personas o cosas". Son
impropias, por tanto, las expresiones: “Senda nave se compró fulano”, “Sendo
golpe le dieron la abusador”; “Senda paliza le dieron al Magallanes”. Se
entiende que la intención es magnificar la “nave” que se compró fulano, el golpe que
le dieron al abusador y la paliza que le propinaron a los “turcos”. Si escribo:
“Traje sendos
regalos para mis tres hijos”; “Ellos viven en sendos apartamentos”, deberá
entenderse que los regalos fueron para cada uno de mis tres hijos, y que viven cada
uno en un apartamento.
Hace varias semanas, a propósito del tema, un amigo me
consultó sobre la canción “La muerte del rucio moro” de Reynaldo Armas, que en
uno de sus versos dice: “…cuando fui a cerrar sus ojos, le brotaron sendas
lágrimas”. Con base en la definición que del referido vocablo da el Drae, no es
difícil advertir que fue una lágrima de
cada ojo y no grandes lágrimas, como piensan y sostienen algunos.
Otra palabra que se ha arraigado en el
vocabulario de algunos periodistas, locutores, comentaristas y demás comunicadores sociales, es
experticia, utilizada como sinónimo de experiencia, lo cual es un disparate. Experticia nada tiene que ver experiencia,
habilidad y destreza, pues “es una
prueba pericial que consiste en un informe de uno o más peritos o personas con
amplios conocimientos en alguna materia, después de examinar algo que se ha
sometido a su observación”. Cuando hay accidentes
de tránsito, los vehículos son sometidos a experticia para varios fines. En resumen, no se tiene experticia, sino
experiencia.
Hacer este tipo de observaciones es
una obligación moral de quienes nos dedicamos al oficio de escribir sobre temas
del idioma español, y la intención es que cada comunicador social, cada persona
que emplee el lenguaje como herramienta básica de trabajo, lo haga de la mejor
manera, en aras de evitar los errores para que escriba con propiedad. Para eso no es necesario hacer literatura ni tener la creatividad que
tuvieron Gabo, Borges o
Cortázar. Una cosa es el diarismo y otra la literatura. Yo me inclino
por lo primero y recomiendo a los que
desempeñan el noble oficio de periodista y a los que se están formando, que se convenzan de que “la peinilla y el garabato” de un comunicador
social es el lenguaje. Si eso no se
maneja con relativa facilidad, es preferible dedicarse a otra cosa. Sugerir el buen uso de las reglas ortográficas y
gramaticales, no implica que se deba imitar a los clásicos.
@nuestroidioma65
nuestroidioma65.blogspot.com
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