Extranjerismos e imitación sevil



extranjerismos e imitación servil

         Para los que creemos en Dios, no nos es difícil saber dónde está el origen de los idiomas que se hablan en el mundo, pues con solo leer la Biblia en el capítulo 11 del Génesis, encontraremos que un grupo de  hombres, en franco desafío al Creador,  pretendió construir una torre para llegar al cielo; y Jehová, al ver tal osadía, les confundió la articulación de los sonidos, con la intención de que uno entendiera al otro, hasta  hacerlos desistir. Es fácil colegir que la diáspora hizo que se formara una abigarrada gama de lenguas. Ese episodio se conoce como la Torre de Babel, y es, repito, el origen del lenguaje articulado del mundo. Cada idioma  se compone de palabras autóctonas y de préstamos lingüísticos, que los  adopta para suplir necesidades expresivas y terminan por lexicalizarse. Quiero dejar claro que los extranjerismos son perfectamente válidos, siempre que se los use con conciencia y no por  imitación de otros idiomas. Lamentablemente, la radio y la televisión están plagadas de personas sin ninguna preparación e ignorantes, con contadas y honrosas excepciones que se distinguen muy fácilmente.  Cada vez que digo eso, unos ciudadanos que trabajan en una radio de la capital de Portuguesa y a quienes difícilmente se les puede llamar locutores, arman un escándalo, me insultan  y pretenden desvirtuar este trabajo de divulgación que ya va para 20 años; pero no han tenido éxito, pues cada día aumenta el número de consultas con inquietudes sobre temas de vital importancia en la redacción de textos y en la Comunicación Social, lo que demuestra que mi trabajo no ha sido en vano, muy a pesar de que haya resentidos sociales y disparateros que no han entendido ni entenderán la verdadera función de los medios.     
        Antes de entrar en materia,  acuso recibo de una consulta de mi amigo y excompañero de trabajo Antonio Rosario, quien me planteó una  duda sobre el verbo degollar, usado en tiempo presente de modo indicativo, generalmente de forma incorrecta. Muchos dicen y aun escriben “degollo”, “degolla” y “degollan”, en lugar degüello, degüella y degüellan. Degollar se conjuga como  almorzar y contar, y yo almuerzo y cuento, no almorzo ni conto.
         No existe ninguna prohibición para el uso de extranjerismos; pero su empleo debe hacerse de manera racional, en virtud de no desplazar vocablos  propios de nuestra lengua. Cuando surgió el fax, inmediatamente hubo la necesidad de crear un término que designara la acción de hacer una copia por medio del hilo telefónico, que es lo que  se hace con un fax. Nació entonces el verbo faxear, por lo que prontamente, la Real  Academia Española lo registró en su diccionario con el significado de “enviar por fax”. Aquí es menester advertir que la Academia no crea, ni rechaza, ni acepta palabras, solo las registra. Las palabras surgen por necesidad expresiva del hablante, que es el que las crea,  y la docta institución solo las define y las plasma en su diccionario. Esto implica, y es bueno que se tenga siempre presente,  que aun cuando una palabra no aparezca en el registro lexical, no es motivo para no usarla. Tampoco, so pretexto de que así habla el pueblo, vamos a escribir o decir “beículo”, “univercidad”,  “bayonesa”, “espaguete”, “haiga”, “habemos personas”, estábanos”, “íbanos” y “hubieron heridos”. Así hablan los ignorantes, no el pueblo.
           Para la vigésima tercera edición del Diccionario de la Real Academia Española, prevista para octubre del presente año, con motivo de los trescientos años de esa institución, aparecerán los verbos tuitear, chatear y otros  neologismos  que los impuso el uso de las redes sociales. El nuevo diccionario contendrá algo más de más noventa mil  artículos, unos seis mil  más que los incluidos en la anterior (2001) y más del doble de los que contenía  el primer diccionario de uso de la Rae, que como se sabe, fue publicado en 1780. El vigésimo tercer Drae recogerá en total cerca de doscientas mil acepciones, entre ellas 19.000 americanismos y alrededor de seis mil artículos nuevos.
         Ahora bien, una cosa son los neologismos y otra la utilización de palabras extranjeras, en sustitución de las propias. ¿Qué sentido tiene hablar de opening por apertura, email por correo electrónico, marketing por mercadeo, CI EN EN por CNN, magazine por revista, sprint training por entrenamientos primaverales, pole position, por posición de salida, pressing por presión, time por tiempo? Eso no es más que una burda y servil imitación del inglés estadounidense. Lo cumbre es que a veces esas personas se creen más venezolanas que el Páramo de Mucuchíes. 


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