¡Se pusieron bravos los "locutores"!
¡se
pusieron bravos los “locutores”!
En una ocasión mi primo hermano Giovanni
Jiménez Aguilar hizo una comparación entre la comida y la escritura, por
aquello de que ambas, unos las digieren y
otros no. El símil de Jiménez Aguilar fue para referirse a personas que son muy
susceptibles y se sienten aludidas por cualquier comentario que se haga en un
medio. El 6 de junio 2011, con motivo del Día del Trabajador Radial, dije que
la radio y la televisión estaban plagadas de disparateros; pero que al lado de esos desubicados había un
selecto grupo de profesionales que se
esmeran por hacerlo cada día mejor. Saltaron los del primer bando a
tratar de descalificarme. Más tarde, el 20 de junio del mismo año, Aloer me
concedió el honor de ser el orador de
orden en la sesión especial del Consejo Legislativo de Portuguesa, y en mi
discurso hablé de las bondades de nuestro idioma, exalté la labor de locutores
y operadores de radio y dije que los medios, especialmente la radio y la
televisión, estaban en manos de ignorantes, con contadas y honrosas excepciones
que se distinguen muy fácilmente. Nuevamente, el minúsculo grupo que siempre se
sitúa en el primer bando, tomó partido para
vengar la supuesta afrenta al gremio;
pero como no tenían argumentos ni nadie les puso cuidado, tuvieron que tragarse
su ira.
Hoy, como dice la canción de Enrique
Cadícamo, la historia vuelve a
repetirse, pues el artículo de la semana pasada en esta columna produjo
urticaria en algunas personas que desempeñan el oficio de narradores y
comentaristas y en otros que, aun cuando no tienen nada que ver con el asunto, han entrado en la
contienda en calidad de “asomaos”. Por
Facebook ha surgido una suerte de contrapunteo entre los que apoyan lo que
escribí y los que consideran que fui
desconsiderado, y hasta han apelado a lo
ruin. Tal es el caso del “profesor” Torrado Prada, a quien no conozco
personalmente; pero por su comentario, entiendo que es aficionado, como yo, del
fútbol. No le gustó mi apreciación en cuanto a que Pedro Zárraga ha sido uno de
los mejores narradores del fútbol venezolano en radio, y no tendría por qué gustarle, pues entre gustos y colores
no han escrito los autores. Lo malo es que recurre a la ofensa y la descalificación,
tanto para para mí como para el fallecido narrador, lo cual desdice de su
condición de educador graduado en la Universidad de Carabobo. Con mostrarse
contrario a mi criterio sin faltar el respeto, le hubiese bastado y se habría
ahorrado la rabia que de seguro agarró, a juzgar por la sarta de sandeces salpicadas de mala
intención, que escribió recientemente en Facebook, las cuales no he podido
descifrar por la forma cantinflérica en que fueron mostradas, cuestionable en una persona que como él, estudió en la
Universidad de Carabobo e hizo posgrado en la Universidad Bicentenaria de
Aragua, según él.
Cosa muy diferente fue el comentario que el
colega Eduardo León hizo en su columna, en la que en una forma muy respetuosa
dejó plasmado su parecer, sin caer en la ofensa ni en descalificaciones, y
hasta me extendió una invitación, la cual acepté, para participar en unos
seminarios de lenguaje deportivo. Sin embargo, León me atribuye varias cosas
que no son ciertas. En primer lugar mis apreciaciones no están basadas en una
sola visita al estadio José Antonio Páez,
pues aunque no soy asiduo visitante, oigo radio y veo televisión y puedo darme
cuenta de la gran cantidad de “clichés, de lugares comunes y de frases acabadas
que repiten lo mismo sin matices”. Entonces, si compartimos el mismo criterio,
no entiendo cuál es su inconformidad.
Tampoco es cierto, como lo supone Eduardo,
que el artículo de la semana pasada estuviera orientado a descalificar a los
que se dedican a narrar y a comentar en las transmisiones por radio, del Portuguesa FC, pues no tuve la
oportunidad de oír a ninguno, y solo conversé
con Manuel J. Díaz y con Giovanni Iaboni, quienes tuvieron la gentileza
de entrevistarme. De modo pues que, no hay motivos para armar un escándalo por
la supuesta ofensa a los narradores y
comentaristas. Ni a ellos ni a ninguno he ofendido.
Así como he dicho que hay torpes,
imitadores, malhablados y deshonestos,
hay también cultos, creativos, con buena dicción y honestos, quienes no se sienten ni se
sentirán aludidos. Allá los que se sitúan en el primer grupo. Triste por ellos,
como suele decir Marcos David Figueroa Villalba, mi hijo mayor.
@nuestroidioma65
nuestroidioma65.blogspot.com
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