20 años

20 años

       La canción de Alfredo Le Pera y Carlos Gardel advierte  que veinte años no es nada; pero para los que se dedican y se han dedicado a ejercer un trabajo  o una función durante ese lapso, dos décadas son modelo de constancia, de disciplina y de deseo de ser útil. Es difícil hablar del trabajo que uno hace, pues al hacerlo es inevitable que afloren rasgos de vanidad, de esa vanidad que caracteriza a la mayoría de  los seres humanos y que es muy notoria en algunos e inadvertida en otros, pues la disimulan muy bien. A riesgo de la interpretación que el público lector pueda darle a este escrito, hoy siento la necesidad y el deber de hablar de Nuestro Idioma, habida cuenta de su vigésimo aniversario.
     Esta columna nació el 12 de noviembre de 1994, lo que implica que pasado mañana cumplirá veinte años al servicio de las personas que utilizan el lenguaje como herramienta básica de trabajo. Sus primeros años transcurrieron en otro medio impreso del estado Portuguesa, y desde el 2 de  febrero de 2000, Última Hora ha sido su casa. Originalmente se conoció como “Con la sin hueso”, nombre  que le dio mi amigo y colega Rafael “Pepe” Roldán; pero por una por una amable sugerencia de otro gran amigo, el poeta Jorge Almario, pasó a ser  Nuestro Idioma. El argumento de Almario fue muy válido y contundente, pues “Con la sin hueso” tiene o tenía  -según su apreciación-, un significado connotativo que difería o difiere de la intención de este trabajo de divulgación periodística, enmarcado en el género de opinión, pero con  intención educativa, aunque su autor no sea pedagogo ni menos aun catedrático. Con otro nombre se evitaría que la catalogaran como una imitación de “Con la lengua”, del profesor Alexis Márquez Rodríguez, que por muchos años aparecía regularmente en el diario El Nacional.
     Ha tenido detractores que  han tratado de desacreditarla; pero no han tenido éxito, toda vez que  cada día, y no me sonrojo al decirlo, aumenta el número de personas que  se interesan por el tema lingüístico y  plantean  por correo electrónico u otras vías, interesantes inquietudes, y al mismo tiempo  se autocalifican como asiduos lectores de Nuestro Idioma, lo cual, aparte de honrarme, me obliga a profundizar  sobre el tema, en virtud de aclarar las dudas. Me llena de orgullo saber que a la luz de las  observaciones y sugerencias vertidas en esta columna, muchas personas han disipado los errores ortográficos y hoy día escriben mejor, lo cual es una muestra fehaciente de que el esfuerzo no ha sido en vano. En algunas instituciones de educación media, universitaria y en academias de mejoramiento profesional, siempre recomiendan su lectura, y lo digo, no por  vanidad, sino por satisfacción.        
     En 1994 no existían  los adelantos tecnológicos del momento, por lo que la divulgación se circunscribía a la publicación periódica; pero hoy existen el correo electrónico y las redes sociales, que han sido fundamentales para que  los aficionados del buen decir,  puedan leer esta columna en la comodidad de sus casas o en sus sitios de trabajo. Más de trescientas personas la reciben por correo electrónico; los usuarios de Facebook y de Twitter pueden leerla antes de que sea publicada en este medio, dado que  los domingos por la noche ya está disponible. Existe un blog en el que pueden encontrar todas las entregas desde marzo de 2013, hasta esta que están leyendo. Siempre he tenido la intención de hacer una recopilación de los artículos más interesantes; pero ha faltado el apoyo financiero, sin el que es difícil emprender un proyecto de tal magnitud. Espero que para el venidero año, ese sueño se haga realidad.
     Con la satisfacción del deber cumplido, agradezco el apoyo de Última Hora, en la persona del licenciado Néstor Ramírez Paz y su equipo de trabajo,  lo cual hace que cada  lunes, como hoy, usted pueda tener esta columna en sus manos. Mi palabra de gratitud  también para los lectores, asiduos y no asiduos; conocidos y no conocidos,  que son la verdadera razón de existir de Nuestro Idioma. Mención especial para Rodrigo Coronel, hermano de mi profesor de física del cuarto año de bachillerato, Wilfredo Chávez, en la siempre recordada Escuela Técnica Industrial Acarigua. Rodrigo, por medio de su hermano, me envió  un testimonio de solidaridad y afecto. ¡Gracias, Rodrigo;  gracias, amigos!
dfigueroa64@gmail.com
@nuestroidioma65

nuestroidioma65.blogspot.com                                                                                          

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