Paludismo, malaria y el zancudo anofeles

Paludismo,  malaria y el zancudo anofeles


    A muchos de los que estudiamos bachillerato, la palabra paludismo nos traslada a Ortiz, un pueblo de los llanos guariqueños, en el que se inspiró Miguel Otero Silva para escribir Casas Muertas, cuyos personajes principales son Carmen Rosa y Sebastián, y que narra la desolación producida por las muertes como consecuencia de ese flagelo y la emigración de los pocos pobladores, en busca de nuevos horizontes. Hay quienes confunden Ortiz con Parapara de Ortiz, y al hacer comentarios, basados en vagos conocimientos adquiridos en la educación secundaria, utilizan ambos nombres como si fuesen uno solo. La trama se desarrolla en Ortiz, y aunque desconozco cuál era la división territorial de entonces, intuyo que Parapara de Ortiz era algo así como un municipio del distrito Ortiz, habida cuenta de que antes el municipio era una división del distrito. Lo comparo con Ospino y La Aparición de Ospino, del que el primero es la capital del municipio, y la segunda, una parroquia. En el final del relato solo quedan en el pueblo Carmen Rosa, doña Carmelita (la mamá de Carmen Rosa) y el negro Olegario, que juntos parten hacia oriente y le dan vida a Oficina No. 1, que es la continuación de Casas Muertas. Oficina No. 1 fue el primer pozo petrolero explotado en esa zona del país. Sebastián conoció a Carmen Rosa en una de las tantas visitas dominicales a Ortiz, en donde gustaba de asistir a las paleas de gallos.            
     Ahora, ¿a qué viene todo el cuento de la novela del célebre narrador y poeta anzoatiguense, fundador del diario El Nacional? Bueno, que en ella se utilizan palabras que muchos hablantes y redactores tienden a confundir, y que he considerado prudente comentarlas en aras de disipar las dudas.   
     Con motivo del Premio Nobel de Medicina, en los medios de comunicación nacionales e internacionales,  pueden leerse y oírse frases como “El Nobel de Medicina premia terapias contra la malaria y otros parásitos” o “Han sido galardonados por sus trabajos en el diseño de terapias contra lombrices causantes de la elefantiasis y por sus investigaciones en la terapia contra el paludismo”. Ambas formas son válidas, de acuerdo con lo plasmado en el Diccionario académico, que recoge el sustantivo malaria, al cual remite a paludismo. Asimismo, el Diccionario de Términos Médicos de la Real Academia Nacional de Medicina, incluye ambas opciones y define paludismo como “enfermedad producida por cuatro especies de protozoos, y que se transmite por la picadura de la hembra del mosquito Anopheles infectado”. En Casas Muertas se usan los dos términos; pero con más frecuencia paludismo, sobre todo en boca de los personajes,  quizás como recurso de su autor, con la intención de evitar repeticiones monótonas, que es en esencia el objetivo de usar sinónimos.        
     El sustantivo paludismo era el empleado mayoritariamente en el pasado. Posteriormente, el uso ha ido dando preferencia a malaria, sin que ello suponga que se haya impuesto hasta el punto de marginar la voz paludismo, aún ampliamente extendida. Ambas formas, en cualquier caso, se emplean en todo el ámbito hispanohablante. El 27 de julio de 1936 fueron creadas la  Dirección Especial de Malariología y  la Escuela de Expertos Malariólogos, y  se prefirió hablar de malaria y no de paludismo, pues este último seguramente había adquirido un matiz peyorativo. La malaria (o paludismo) fue combatida básicamente con un insecticida conocido por las siglas DDT, que resumían el nombre compuesto por 27 letras: diclorodifeniltricloroetano, que mucha gente utilizó para poner fin a sus días, dado el alto grado tóxico, que permitía una breve agonía. Por cierto, a muchas personas se les dificulta decir malariología, y en lugar de la forma correcta, dicen “mariología”. Les ocurre igual que a los que dicen “Ana Grabiel”, en lugar de Ana Gabriel.         
     Por otra parte, se recuerda que al mosquito que transmite esa enfermedad al humano, se le da el nombre de Anopheles. Se le puede  llamar tanto anofeles como anófeles, con pronunciaciones llana y esdrújula, respectivamente. Más claro, imposible.
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