Le, la lo

Le, la lo

     El tema de hoy nunca ha sido tratado en esta columna, pese a la gran cantidad de casos abordados a lo largo de los más de veinte años de existencia. No ha sido por descuido, sino más bien por el cuidado de mostrar un comentario que satisfaga las inquietudes de las personas cuya herramienta básica de trabajo es el lenguaje articulado. Le, la, lo y sus correspondientes plurales, por lo general se usan impropiamente, lo que ha dado pie a los vicios conocidos como leísmo, laísmo y loísmo. Con la ayuda de un material informativo facilitado por la Fundación del Español Urgente (Fundéu), a la que estoy suscrito, mostraré algunas pautas con las que se podrán disipar las dudas. La elección entre un pronombre u otro o complemento directo (la, lo) o indirecto (le), se ha convertido en una fuente de errores de concordancia, y por eso les ofrezco una exposición que podría serles útil para superar los obstáculos. Es un asunto relativamente fácil; pero conviene leerlo, practicarlo y asimilarlo para emplearlo de manera eficiente y eficaz. La clave está en saber qué es el complemento directo y qué es el complemento indirecto. Si se aprende a identificarlos, no habrá problemas para saber cuándo se debe utilizar cada uno de los pronombres mencionados.     
     Se emplea “lo” como complemento directo, solo para el caso del masculino: “Lo alabaron mucho (a él)”; “El códice lo robaron en enero”. La forma  “la” también se emplea para el complemento directo, pero referida al femenino: “La alabaron mucho (a ella)”; “La entrega de los premios la efectuó el presidente”. El “le” se emplea como complemento indirecto, tanto para el masculino como para el femenino: “Le dijeron (a él o a ella) una mentira”; “Le extirparon (a él o a ella) el bazo”, “Le echó gasolina al automóvil”. Hasta ahí no hay ni debería haber problemas, dado que el sentido común obliga a utilizar el pronombre correspondiente. Cuando se emplea la forma inadecuada, la expresión se torna chocante al oído y es indicativo de que algo estuvo mal, como por ejemplo: “La dijeron (a él o a ella) una mentira”; “Lo extirparon (a él o a ella) el bazo”; “Lo echó gasolina al automóvil”, etc.
    Según la Fundéu, hay zonas de habla hispana en las que “le” se emplea también como complemento directo cuando se refiere a personas del sexo masculino y en singular. En ese caso específico se admite el leísmo, aunque se recomienda el empleo de “lo”. De este modo, resultan admisibles frases como: “Le alabaron mucho (a él)” y “Le vi por la calle (a él)”, pero se desaconsejan: “Les alabaron mucho (a ellos)”, pues no está en singular, y: “Le consideraba una mujer decidida”, pues se refiere a una mujer. Es prudente advertir que el leísmo no se considera apropiado referido a animales y cosas, de modo que no se debe decir “se le desbocó el caballo y no pudo dominarle”, sino “se le desbocó el caballo y no pudo dominarlo”, y  tampoco “se le perdió el reloj y no le encontró”, sino “…no lo encontró”. No debe usarse “lo” referido a nombres femeninos, ya sean de personas, animales o cosas: “Comunicó a la diputada que no podía recibirle”.  Debería ser: “Comunicó a la diputada que no podía recibirla”,  y  en la frase “se le perdió la cartera y no le encontró”, el sentido común  y el buen gusto sugieren que debería ser: “Se le perdió la cartera y no la encontró”.
     El complemento directo es la persona, animal o cosa sobre la que recae la acción del verbo. Suele seguir al verbo y no lleva preposición (la única preposición que puede acompañar a un complemento directo es “a”). No tiene que concordar con el verbo en número y persona. El complemento indirecto es la persona, animal o cosa que recibe de forma indirecta el beneficio o daño de la acción. Puede ir acompañado de las preposiciones “a” y “para”. Por ser un asunto que requiere una mayor dedicación, solo hice una simple mención, con el compromiso de mostrar luego un comentario amplio, con el que se despejen las dudas, que no son pocas.
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