Algo sobre los incendios forestales


     En esta columna siempre se ha insistido en que la sinonimia de las lenguas no es perfecta, y por tal motivo existen palabras que, de buenas a primeras son sinónimas; pero contienen diferencias sutiles que sugieren no usarlas en todos los contextos. Es el caso, por ejemplo, de la palabra bravo, que es sinónimo de  valiente, atrevido, arrojado, audaz, decidido, intrépido, animoso, bizarro, bragado, resuelto, valentón, matón, perdonavidas, valeroso; pero no por eso podemos usarla en todos los casos. La razón por la que a veces se incurre en impropiedad en el uso de algunas palabras, está en que, al buscar el significado en un diccionario, muchas personas solo se conforman con el primer significado que encuentran. Es recomendable que cuando exista la necesidad de saber qué significa determinado término, se verifique el uso en la circunstancia en que es o ha sido usado, pues de lo contrario se corre el riesgo de emplearlo de manera inadecuada.
     Hoy les hablaré de los incendios forestales, en virtud de aportar algunas claves para una mejor redacción, dado que en las reseñas sobre estos, es frecuente el empleo inapropiado de algunos términos y expresiones, que por descuido de algunos redactores y comunicadores sociales, se han convertido en vicios que conviene conocer para erradicarlos. No es lo mismo incendiario que pirómano, pues el primero es quien “incendia con premeditación, por afán de lucro o maldad”; en tanto que  pirómano es el “que  sufre una enfermedad por la que disfruta provocando fuegos y viendo las consecuencias del incendio”.
     Existe el incendio intencionado y el provocado, y aunque parezcan lo mismo, tienen diferencias. Se aconseja emplear la expresión incendio intencionado para aquellos generados con la voluntad expresa de hacer arder una zona. La expresión incendio provocado es más amplia, y se aconseja que vaya acompañada de la causa (provocado por una chispa, provocado por una quema de rastrojo,  provocado por un rayo, provocado por autocombustión, etc.). Este último caso es frecuente en productos altamente  combustibles, que por efectos de elevadas temperaturas u otros factores, se convierten en llamas, sin que haya habido algún responsable del hecho. Hace varios años, en una empresa del estado Portuguesa, dedicada al procesamiento de oleaginosas, hubo un incendio de gran magnitud, y la prensa publicó, con base en el informe de los investigadores de siniestros, que el fuego se produjo por autocombustión en unos de los depósitos de algodón, que es una de las materias primas para producir oleínas comestibles.   
     Es común leer u oír que “el incendio se propaló”. Ante esto es prudente advertir que los incendios se pueden propagar (extender, dilatar o aumentar);  pero en ningún caso se propalan, pues este verbo significa “dar a conocer o difundir algo oculto o poco conocido”. Además, incendio controlado y estabilizado no son equivalentes. Un incendio controlado es aquel que se ha conseguido aislar y cuyo avance y propagación se ha logrado detener, y un incendio estabilizado es el que evoluciona dentro de unas líneas de control establecidas, como los de Pdvsa, que quema gas de manera programada.
     También se ha vuelto una suerte de comodín la palabra efectivo para referirse a los apagafuegos. Lo correcto es “los 30 bomberos”, y no los 30 efectivos del cuerpo de bomberos. Efectivos hace referencia al conjunto de los miembros de las patrullas o cuadrillas, pero no a cada individuo en particular (“los 30 bomberos” o “los 30 miembros del cuerpo de bomberos” y no “los 30 efectivos del cuerpo de bomberos).
     Existe una frase mal empleada en la redacción de sucesos, con relación a los incendios,  y es que muchos escriben: “Orografía del terreno”. Ante esto, es menester aclarar que orografía del terreno es redundante, puesto que la palabra orografía es “el conjunto de montes de una comarca, región o país”, y por lo tanto en ella ya está implícita la idea de terreno.
     Para cerrar, cabe recalcar que los incendios pueden ser violentos, pero no virulentos, pues violento significa “que tiene mucha fuerza o intensidad”; mientras que virulento se aplica a las “enfermedades malignas e intensas”, así como a los “estilos, discursos o escritos que son hirientes, sañudos,  ponzoñosos o mordaces en sumo grado”.
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