El hábito de escribir
El
hábito de escribir
Siempre he dicho que
para escribir medianamente aceptable, es indispensable poseer algunos
conocimientos básicos, como por ejemplo las palabras por la índole de la
entonación, signos de puntuación y las partes de la oración. Si alguien con
vocación por la escritura sabe lo que es una palabra aguda, grave o esdrújula;
si está en capacidad de conocer la función de las palabras dentro de las
diferentes estructuras; y si sabe usar de manera relativa los signos de
puntuación, sin dudas podrá convertirse en un excelente redactor. Para redactar
bien, lo digo una vez más, no es necesario conocer gramática, pues existen y
han existido periodistas y escritores que no tienen o no tuvieron profundos
conocimientos gramaticales, y sin embargo escriben o escribieron con propiedad
y elegancia. Pero hay otros que, aun cuando estudiaron en instituciones de
cierto prestigio, su escritura carece de los elementos básicos que se adquieren
en la educación primaria y se repasan en el bachillerato y en la universidad.
Todo este cuento viene a colación en
virtud de que hoy día han resurgido las impropiedades que en el pasado habían
quedado relegadas. Muchos protagonistas
son personajes de los que sería impensable una falta gramatical u ortográfica, dada
su formación académica. Las denominadas redes sociales están plagadas de
errores, al punto de que algunas personas, con cierta dosis de humor y a manera
de chanza, han propuesto que Facebook y Twitter impongan la obligación de rendir
una prueba de admisión basada en conocimientos ortográficos, o en el peor de
los casos, que les sea anulada la cuenta a los que de manera frecuente
destrozan el idioma español.
Sin dudas que lo anterior pudo haber sido o
es un chiste, una muestra de creatividad; pero deja entrever la intención de
que esos instrumentos de la comunicación actual sean depurados, en virtud de
que cumplan la función para la que fueron creados. Lo lamentable es que cuando
alguien se atreve a hacerles una corrección, inmediatamente esgrimen los
argumentos más absurdos, como el de una periodista de las nuevas generaciones,
que solía promover y desarrollar cursos, talleres y diplomados para
profesionales universitarios y estudiantes. Ante una observación mia sobre unos
errores en un breve texto suyo, de cuatro o cinco líneas en Facebook, la joven
y atractiva comunicadora me respondió que ella escribía de esa forma, porque
esa era la tendencia actual, usada para llamar la atención. Luego de reponerme
del impacto que me produjo semejante respuesta, le di mi parecer, y con mucho
respeto, pero con firmeza, le recalqué que lo de ella no era un recurso para
sobresalir ni una innovación comunicacional de las nuevas generaciones, sino
simple y llanamente errores ortográficos, que se eliminan muy fácilmente,
siempre que haya la intención de admitirlos, cuestionables desde todo punto de
vista, máxime en alguien que como ella, está llamada a ser ejemplo del buen
decir y mejor escribir, por su condición de periodista y locutora. Para llamar
la atención, estimados lectores y colegas periodistas, no hay nada mejor que
escribir con sencillez y claridad, y para eso es necesario obtener los
conocimientos básicos, mencionados en la introducción de este escrito, además
de admitir los errores y aprender de los
que saben.
Y no solo las redes sociales están invadidas
de impropiedades, pues solo basta con abrir un periódico, para toparse con verdaderos
horrores que denuncian la incultura y desconocimiento de sus autores. Algunos impresos
por diversas razones, han eliminado la figura del corrector, y por eso a diario
se ven antetítulos, títulos, sumarios, cuerpo de la información y fotoleyendas,
con faltas de tilde, puntuación inadecuada y errores semánticos, producto, en
primer lugar del descuido, y en segundo, del desconocimiento, pues el hecho de
ser periodistas no significa que manejen la escritura con facilidad. Hay, por
supuesto, contadas y honrosas excepciones.
Practico el habito de la escritura desde
hace varios años, dado que me inicié como articulista de este diario en 1983,
cuando tenía apenas 17 años y estudiaba bachillerato en la siempre recordada
Escuela Técnica Industrial Acarigua, de la que egresé el 27 de julio de 1984,
hace ya casi treinta y cuatro años. Me desenvuelvo con facilidad en el ámbito
periodístico; pero me considero más lingüista que periodista, aunque amo mi
profesión y ocupación de diarista.
@nuestroidioma65
nuestroidioma65.blogspot.com
Interesante su artículo, amigo David, como todos los otros. Saludos.
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